La honestidad del individuo al que se está estudiando para realizar cualquier tipo de estudio social, ya sea de carácter cualitativo o cuantitativo, es el elemento fundamental para asegurar la fiabilidad de los datos. Una respuesta deshonesta, por muy profundo que sea el análisis de ésta, lleva a conclusiones equivocadas.
Dan Ariely , un científico social interesado en el campo del comportamiento económico de los agentes, ha publicado una obra que, bajo el título de The (Honest) Truth about Dishonesty, trata de analizar aquellas situaciones en las que los individuos se sienten tentados a mentir, o a actuar de manera deshonesta, para conseguir beneficios en los procesos de investigación a los que se someten.
Para cumplir con sus objetivos de investigación, Ariely se fundamenta en la metodología experimental. Para simular los contextos en los que los individuos responden un cuestionario con la intención de recibir los incentivos que se les ofrecen, Ariely utiliza el “laboratorio”. En éste testa los comportamientos que las pequeñas cobayas humanas llevan a cabo cuando se les presentan diferentes situaciones en las que deben desempeñar ciertas decisiones para conseguir, como en las encuestas, determinados incentivos. Las conclusiones a las que llega son inferibles a contexos reales de toma de decisiones. Algunos de los descubrimientos más interesantes de Ariely son los siguientes:
Los comportamientos deshonestos no aumentan a medida que aumenta el incentivo ofrecido. Esto es especialmente útil cuando pensamos en el efecto de los niveles de los incentivos en la propensión de los encuestados a responder rápidamente y convertirse en “profesionales” de las encuestas.
Una más alta probabilidad de ser descubierto no tiene un efecto negativo en el hecho de hacer trampas. Así es que se puede considerar que los esfuerzos de los investigadores para comunicar a los encuestados las medidas que se llevan a cabo para descubrir a los tramposos carecen de utilidad.
Las personas que están agotadas, ya sea física como mentalmente, son más propensas a mentir en las encuestas. Desde este punto de vista, pues, resulta relevante que el investigador tenga en cuenta las condiciones bajo las que el encuestado está desarrollando su actividad.
Los individuos tienden a hacer trampas en mayor medida cuando observan que el comportamiento de los que lo rodean es deshonesto. De esta manera, aquellas páginas web que prometen a las personas que, mediante la realización de cuestionarios, podrán obtener un trabajo a tiempo completo, puede tener efectos perjudiciales para la calidad de las respuestas obtenidas… vaya, en este sentido no creo que fuera necesario llevar a cabo una serie de experimentos; creo que esta conclusión resulta obvia.
Las personas educadas en contextos culturales donde los comportamientos deshonestos están más aceptados tienden a hacer trampas en mayor medida. De esta conclusión se deduce que, dependiendo del lugar donde se quiere llevar a cabo una encuesta, las técnicas de recogida de datos deberán ser distintas. Un cuestionario se tiene que adaptar al contexto cultural en el que se tiene que desenvolver.
La supervisión hace decrecer la deshonestidad. Algo que nos puede parecer lógico, deberíamos plantearnos qué formas de supervisión son más eficaces.
Las promesas de honestidad del encuestado hacen decrecer el nivel de deshonestidad efectiva. Este efecto se pudo estudiar sólo a corto plazo, con lo que resulta difícil inferir esta conclusión a situaciones de teoría de juegos en las que se tienen que tomar decisiones de una manera reiterada.
Se trata de conclusiones que, aunque en algunos casos puedan parecer obvias, dan luz sobre el comportamiento de los encuestados en los contextos de toma de decisiones. Tener estos hechos en cuenta puede favorecer una mejor adaptación del investigador a las características de la muestra que desea analizar.
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