Partiendo de las premisas de la cognición corporeizada, Jerome Feldman construyó una teoría interdisciplinar que intenta dar una explicación neurocientífica a la construcción del lenguaje. Recomiendo la lectura de su libro… en él explica los procesos que desarrolla nuestro cerebro para construir lenguaje (no hay espacio aquí para entrar en detalles).
Según Feldman, el puente que une el significado de los signos lingüísticos con nuestro cerebro físico se asienta en los tres pilares siguientes (“puente”, “asienta” y “pilares”… más metáforas, surgidas de manera semiinconsciente mientras escribo estas líneas):
Las conexiones mentales, para Feldman, no dejan de ser conexiones neuronales activas. Con esto no se quiere decir que cada una de las neuronas se ocupe exclusivamente de un concepto, sino que es la red neuronal la que, en conjunto, construye las conexiones mentales entre, por ejemplo, metáforas.
La cuestión fundamental es la siguiente: ¿cuál es el mecanismo que une el lenguaje con la actividad cerebral? Aunque parece que hay pruebas suficientes que el primero está integrado en el segundo, las investigaciones que buscan alcanzar una respuesta clara a esta pregunta aún están lejos de llegar a una conclusión. Todo indica que el puente de unión existe. ¿Pero cómo es este puente? ¿Cuáles son los mecanismos que provocan que nuestra biología sea capaz de gestionar significados lingüísticos? Pese a que ha habido desarrollos científicos para conseguir respuestas, las neurociencias todavía tienen que avanzar para saber más de nuestro cerebro.
Feldman, al igual que Lakoff, piensa que el lenguaje está enraizado en la experiencia previa. Cualquier nueva palabra tiene que anclarse en un conocimiento que se tenía de antemano para poder darle un significado. Para Zaltman, uno de los máximos representantes del estudio de las metáforas, hay siete metáforas profundas y primarias sobre las que se puede asentar cualquier construcción lingüística posterior. Estas siete metáforas son las siguientes: viaje, equilibrio, recipiente, conexión, recurso, control y transformación.
Sin embargo, el tratamiento que Zaltman hace de las metáforas queda lejos de lo que se podría denominar bajo el prefijo de neuro-. Aun cuando su teoría (basada en la psicología motivacional nacida en los 30’) puede ser respaldada por los desarrollos neurocientíficos de Feldman, su aplicación no se basa en la medición de la actividad cerebral, sino en la recepción de insights provinientes de un análisis cualitativo más bien clásico.
La idea que hay de fondo es que, según Zaltman, el 95% de todos nuestros pensamientos se originan de manera inconsciente (esto sí se ha medido en base a técnicas neurocientíficas), de manera que intentar reconocer el proceso por el que los consumidores llegan a una decisión de compra en base a argumentos racionales carece de sentido. Es por esta razón que la teoría de las metáforas, más que posicionarse en la disyuntiva neurociencia-ciencia social, se situa en el eje sistema 1-sistema 2: irracionalidad vs racionalidad; inconsciencia vs consciencia.
Lo que pretende Zaltman, pues, no es más que analizar los significados empleados por los seres humanos, ver cuál es la razón subyacente (sea esta una razón consicente o inconsciente) en nuestra tomas de decisiones, rascar las capas de superficialidad para llegar a lo más profundo de los motivos por los que actuamos de una determinada manera. De hecho, esto es lo que pretenden la gran mayoría de estudios cualitativos. No se tiene que hablar necesariamente de “neurociencias” para analizar la parte inconsciente de nuestros actos; esto ya la hacía Freud en los inicios del psicoanálisis sin autodenominarse “neurociencia”.
Fotografía: El coleccionista de instantes
© 2019 Empirica Influentials & Research
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