La composición de la estructura social de una determinada sociedad no es una constante en el tiempo. Las estructuras sociales, esto es, el resultado del conjunto de interacciones que los individuos desarrollan en el seno de una determinada sociedad, son cambiantes.
Asimismo, hay que tener en cuenta que la estructura social no tan solo es un resultado: también es un generador de resultados. Las acciones de los individuos crean la estructura social, pero esta, al mismo tiempo, tiene efectos sobre las nuevas interacciones que se producirán. Como dice Pepe Adelantado, profesor de sociología en la UAB, “acción y estructura: las dos caras de la misma moneda”.
Las estructuras sociales evolucionan. Evolucionan a medida que nuevas variables entran en juego y a medida que cambia la distribución de los recursos (no tan solo económicos) disponibles en dicha sociedad. Independientemente de la perspectiva desde la cual se conceptualice “clase social” (llegar a una definición aceptada por toda la comunidad científica se presenta como una gran quimera), a nadie se le escapa que, a lo largo del tiempo, la manera de construir dicho concepto es variable.
Es por esta razón que ANEIMO y AIMC han presentado una nueva construcción del concepto de clase social. Hay que decir que la utilizada hasta ahora estaba vigente desde 1988, con lo que, sobre todo debido a los efectos de la crisis económica iniciada en 2007, hacer una revisión de esta variable era necesario.
Y lo es, principalmente, a causa de la depreciación de los títulos educativos, puntales de la anterior clasificación. El gran aumento del porcentaje de individuos con credenciales de educación superior, sobre todo entre las capas más jóvenes de población, ha provocado que el título formativo tenga un menor valor que en pasadas épocas históricas. Ahora mismo, presentarse a una entrevista de trabajo con una titulación de educación superior no abre puertas; pero no tener estas credenciales, las cierra.
Los datos muestran que, no ya desde el inicio de la crisis, sino desde los 70’ (curiosamente desde que se comenzaron a implementar las políticas neoliberales thatcherianas), las desigualdades entre ricos y pobres, al menos en los sociedades occidentales, han tendido a incrementarse, reduciéndose las capas de población situadas en las clases medias. Sin embargo, si nos fijamos en la evolución de la estructura de clases utilizando los anteriores criterios de clasificación, se observa que, desde 2007, ha habido un aumento de las clases medias, altas y medio-altas. Algo que no cuadra con la situación real que, según el sentido común, estamos viviendo.
Resulta, pues, obvio, que es necesario reconstruir el concepto con el fin de conseguir unos análisis del consumidor más precisos. Para hacerlo, AIMC y ANEIMO se han fijado tan sólo en la variable de ingresos, identificándola con el concepto de clase social… a mi entender, los ingresos son solo un subproducto de la posición ocupada en la estructura social, no la definición de clase social en si…
Incluso si nos fijamos en un mismo grupo de individuos pertenecientes al mismo rango de ingresos, veremos grandes diferencias en cuanto a consumo. El nuevo rico, sin estudios, uno de los afortunados ganadores del boom inmobiliario, consume productos cercanos a aquello que podríamos denominar “bienes aspiracionales”, recordando sus etapas proletarias en las que ponía su objetivo en aquello que consideraba que consumían los ricos.
Sin embargo, para el individuo que recibió el calificativo de “rico” por cuestiones hereditarias, el malgastar, mostrar opulencia, son acciones de muy mal gusto. Sus actos de consumo son mucho más refinados, más sutiles… consume productos culturales muy específicos (cosa que comparten con los individuos elevados niveles de estudios), diferenciados de los consumidos por los nuevos ricos… incluso, si uno mantiene una charla con dos personas de estos dos colectivos observará diferencias en los modos de expresarse, en los temas que se tratan…
En fin, es una generalización, pero da una idea bastante acertada de lo que pretendo explicar. Lo que sí asegura la utilización de la variable ingresos es que determinados productos, sobre todo los más caros, solo estarán al alcance de las personas incluidas a partir de un determinado umbral de ingresos. Si el producto X cuesta 100, resulta obvio que los que ganan menos de 100 no serán el target al cual nos tendremos que dirigir para vender dicho producto.
Fundamentarse en el nivel de ingresos, sin embargo, supone un gran inconveniente para los que estamos familiarizados con los cuestionarios: a los encuestados no les suele gustar que se les pregunte sobre este indicador y, a menudo, optan por no responder. Hay que buscar, por lo tanto, vías alternativas que nos ayuden a determinar el nivel adquisitivo de una determinada persona.
Por solventar este problema, AIMC y ANEIMO optaron por el siguiente proceso. Recogieron los datos del EGM (Estudio General de Medios), una de las encuestas de más renombre a nivel nacional, desde el año 2011. Tomaron la variable de ingresos, y se dieron cuenta de que solo el 56% había respondido esta pregunta fiablemente. Para el 44%, se recurrió a un ajuste de los ingresos que estimó el encuestador que debería tener el encuestado. Así, pues, se dispuso del indicador de ingresos para cada uno de los casos registrados. Ahora bien, las personas que no contestaron a esta pregunta, ¿comparten alguna característica? A veces, los NS/NC pueden esconder información de relevancia… ¿y si los que no responden tienden a ser los que más ingresan?
Posteriormente, los ingresos fueron tomados como una variable independiente. Y, mediante un análisis de regresión individualizado para un conjunto de variables y un análisis factorial, se extrajeron las variables que mejor explicaban los ingresos. A continuación, mediante un ejercicio de regresión múltiple, consiguieron los coeficientes que se debían otorgar a cada una de las variables para poder predecir los ingresos de una determinada persona. De este modo, podremos saber cuáles son los ingresos de los encuestados sin tener que preguntar directamente por los ingresos.
Si quieres saber cuáles son los ingresos que AIMC y ANEIMO estiman para ti, sólo tienes que calcular el resultado de la siguiente ecuación:
Estimación de ingresos=Grupo (cruce entre categoría profesional y nivel de estudios)+Actividad+Matriz (cruce entre número de personas en el hogar y número de personas en el hogar con ingresos)
En la que el grupo se asigna de la siguiente manera:
Y los coeficientes asignados a cada una de las categorías de estas variables es el siguiente:
El coeficiente de correlación múltiple obtenido de esta ecuación es de 0,696, cifra nada desdeñable cuando se trata de ciencias sociales. Un buen ajuste, sin lugar a dudas. Para finalizar este gran trabajo técnico, solo faltaba delimitar cada uno de los grupos según ingresos. Se optó por crear 7 cortes, a partir de los que la población se distribuye de la siguiente manera:
Con la reconstrucción de la variable de categoría socioeconómica, el análisis de la evolución de la estructura social española es mucho más ajustado a lo que, a priori, cabría esperar. Tienden a decrecer las clases altas y medias, al mismo tiempo que aumenta el porcentaje de individuos situados en la escala inferior de la variable ingresos. Este gráfico lo muestra perfectamente:
Fotografía: Feelart en freedigitalphotos.net,
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